Al margen de nuestras preferencias, modos de vida o lugares de residencia, todos y todas, sin duda, fuimos, somos y seremos peatones. En muchos momentos de nuestra vida nos hemos desplazado a pie por nuestro municipio, por el pueblo de nuestra infancia, por nuestro lugar de vacaciones o de descanso. Entonces, ¿por qué la movilidad peatonal es algo tan olvidado? ¿Por qué cuando nos subimos a un coche, nos cuesta tanto respetar a quienes se desplazan caminando?
Es posible que nos encontremos ante un típico caso de abuso del fuerte sobre el débil, sin que el fuerte, en multitud de ocasiones, sea consciente del peligro al que somete al débil. Y posiblemente muchos de nosotros hemos ejercido de fuertes en alguna o en más de una ocasión.
Andar es una necesidad del ser humano, pero además, esta forma de desplazarnos tiene implicaciones muy positivas no sólo para quien camina, sino para quienes conviven con nosotros. Porque no genera ninguna externalidad negativa. Es decir, cuando caminamos, no provocamos ningún efecto indeseado en el resto de actores de la vía, como sí lo hacen el humo y el ruido de los vehículos motorizados, así como el espacio que ocupan (más si invaden zonas peatonales), claros ejemplos de efectos externos negativos.
Caminar es salud, es ecología, es fomento del comercio de proximidad, es agradable, entretenido, es necesario, promueve las relaciones sociales, evita el sedentarismo, ¿por qué no trabajar para que todos lo entendamos y consigamos promover este tipo de desplazamientos?
No podemos olvidar que más de la mitad de la población mundial vive en urbes (el ranking lo lidera EEUU con un 81% de su población viviendo en ciudades, seguido de Latinoamérica con un 80% y un 73% en Europa) y se estima que en 2050 dos terceras partes de la población mundial viva en ciudades. Por tanto, la base de una adecuada planificación urbana ha de estar centrada en el peatón. Éste ha de ser la prioridad en el diseño urbano. En la ciudad de Pontevedra lo saben bien, y así lo explican sus responsables en el libro Pontevedra Otra movilidad Otra ciudad (la experiencia de transformación 1999-2015) (ENLACE), de nuestra colección Movilidad responsable. Los peatones debemos hacer las ciudades. Debemos exigir que se recupere un espacio público fundamental para las personas, para la infancia. Las ciudades han de ser de los niños y de las niñas, porque si lo conseguimos, lograremos una ciudad inclusiva, para todas las personas. De esto sabe mucho el maestro Tonucci (no puedo dejar de citar su genial “Perdonen las molestias, estamos jugando para ustedes”).
Con el objetivo de ayudar a los municipios a llevar a cabo acciones y políticas para el fomento de la movilidad peatonal en sus ciudades, nos hemos embarcado en la edición del tercer libro de nuestra colección Movilidad responsable, Ciudades pensadas para caminar, escrito por la asociación Red de Ciudades que Caminan. El libro plantea unas bases mínimas para alcanzar este objetivo.
Las ciudades deben ser una extensión de las personas, no una barrera. Han de ser amables, no agresivas. Inclusivas, no exclusivas. Verdes, no grises. Nuestras, no de los coches. Eliminemos obstáculos, demos seguridad a los peatones, recuperemos e espacio que siempre ha sido nuestro. Convivamos de verdad sin excluir.
Hace unos días visité la nueva ciudad de una gran empresa española, y, curiosamente, el diseño de esta urbe se centra en el concepto de plaza de pueblo, de centro de ciudad totalmente peatonal como paradigma elemental de espacio compartido, como área para compartir, como espacio para disfrutar y relajarse. Es fascinante que esta idea la entienda una gran empresa y más, que la aplique para “regalarla” a sus trabajadores y trabajadoras. Pero es también llamativo que aún no lo hayan hecho muchas de nuestras grandes ciudades.
Shara Martín
Directora General PONS Seguridad Vial