Desde el 11 de mayo las ciudades de España reducen a 30 km/h el límite de velocidad máximo en sus vías urbanas para lograr un tráfico más amable y una movilidad más sostenible en las ciudades de nuestro país.
Esta modificación de los límites de velocidad aplica aproximadamente a un 80% de las vías urbanas españolas, aunque afectará únicamente a un 20% del tráfico rodado.
Para entender esta modificación debemos tener en cuenta que la desproporción entre la masa de un vehículo a motor frente a los usuarios más débiles de las vías urbanas, como son los peatones y ciclistas, exigía un cambio en este sentido. Según las estadísticas facilitadas por la Dirección General de Tráfico (DGT), de los más de 500 fallecidos en vías urbanas en 2017, el 80% eran personas denominadas vulnerables (peatones, ciclistas y usuarios de motocicleta y ciclomotor) de las cuales el 49 % del total eran peatones, lo que les convierte en los usuarios más vulnerables de las vías urbanas.
Asimismo, la aparición y uso de los Vehículos de Movilidad Personal (VMP), en su mayoría pequeños, rápidos y ágiles, ha provocado que en ocasiones sean difíciles de distinguir y causen situaciones imprevistas, tanto al usuario del VMP como al del vehículo de motor.
Todo esto ha llevado a la aprobación por parte del Ejecutivo del Real Decreto 970/2020, de 10 de noviembre, por el que se modifican los límites de velocidad en vías urbanas recogidos en el Reglamento General de Circulación.
De esta manera, el límite de velocidad en las vías urbanas y travesías que dispongan de plataforma única de calzada y acera será de 20 km/h, una situación que ya encontrábamos en muchas vías de estas características donde el peatón tenía ya preferencia como la “calle residencial”.
El cambio más importante lo encontramos en las vías de un carril por sentido de circulación, dónde se pasa de una velocidad máxima de 50 km/h a 30 km/h. Este tipo de vías son estrechas, muchas veces con vehículos aparcados a ambos lados de la vía dificultando la visibilidad, tanto de los peatones como de las propias intersecciones. Representan la mayoría de las vías de pueblos y ciudades, encontrándolas sobre todo en las zonas más antiguas y densamente pobladas de las zonas urbanas, lo que provocaba un cóctel explosivo: Velocidad elevada + poca visibilidad + muchos peatones = Alta probabilidad de accidente.
Al rebajar la velocidad se consiguen dos factores que van a contribuir a disminuir la mortalidad en este tipo de vías. Por un lado, al bajar la velocidad, tenemos más tiempo para detener el vehículo en caso de que irrumpa un peatón de forma sorpresiva y, por otra parte, no menos importante, en caso de no tener tiempo a detener el vehículo, el impacto con un peatón sería a menor velocidad y, por tanto, las consecuencias y el daño causado será mucho menor.
Estas velocidades podrán verse reducidas, no aumentadas, por el ayuntamiento pertinente.
A menor velocidad también disminuyen los consumos y las emisiones contaminantes, haciendo que las ciudades sean más sostenibles y favoreciendo el tráfico fluido. En consecuencia, se potenciará también el uso del vehículo eléctrico, ya que al circular a menor velocidad la carga de la batería durará más tiempo y más kilómetros.
El resto de vías urbanas, de dos o más carriles por sentido de circulación, mantienen su velocidad de un máximo de 50 km/h.
Estas velocidades podrán verse reducidas, no aumentadas, por el ayuntamiento pertinente y se habilita a las autoridades competentes a adoptar las medidas necesarias para lograr el calmado del tráfico y facilitar la percepción de los límites de velocidad establecidos.
Julio Capón, consultor de PONS Seguridad Vial