La política de seguridad vial en España se ha convertido en imagen de marca del país. Con 37 fallecidos por millón de habitantes, España ocupa las primeras posiciones del ranking europeo alejado de la media (51 fallecidos) y por delante de países como Francia, Portugal, Italia, Austria, Holanda…. (1)
Siendo así la realidad, un análisis de los datos algo más profundos nos dice que si bien en las vías interurbanas los resultados han sido especialmente destacables (- 42%, 2.130 fallecidos en 2009 vs 1.236 en 2019), en vías urbanas debemos hablar realmente de un cierto fracaso (-11%, 584 en 2009, 519 en 2019) (2)
En este contexto parece que nos han faltado un conjunto de decisiones estratégicas, de calado masivo, que ejerciesen un cambio de rumbo en los índices de siniestralidad urbana. No obstante, algunas ciudades “burbuja” si han liderado ese cambio que ha provocado la práctica desaparición de la accidentalidad urbana y que sean 0 las víctimas computadas en la mayoría de los años. En estas ciudades, dos ha sido los denominadores comunes: el calmado general del tráfico y el crecimiento masivo del “tráfico más vulnerable” (peatones y ciclistas). Detrás de los denominadores, un conjunto firme y constante de decisiones municipales que no cesaban bajo la fórmula “+3=-1”: “más peatones, más ciclistas, más despacio = menos víctimas”. Experiencias, por otra parte, similares a otras ciudades europeas con la misma fórmula. Parece por tanto lógico que la “pócima” existe, funciona y solo hay que aplicarla.
Sin embargo, ciertos sectores de nuestro país (este es un tema “mucho español y muy español”, poco explicable en el resto de Europa) sugieren que el camino es otro: obligar al usuario de bicicleta y patinete a utilizar cascos y chalecos varios. Manifiestan que la solución pasará por “vestir” al vulnerable con accesorios que por arte de magia harán desaparecer el grueso de la siniestralidad del entorno urbano…
Sería bueno que nos centrásemos. Si realmente queremos que los 519 fallecidos en vías en urbanas en 2019 no lo vuelvan a ser, solo queda trabajar, como otros lo han hecho, la fórmula “+3=-1”. “Escudar al caballero vulnerable” en la guerra de la siniestralidad urbana puede sonar bien. Sin embargo, en un concepto algo más amplio, de obtención de resultados numéricos y de victoria en la guerra de la siniestralidad urbana, la propuesta del “vestir” no solo no aporta sino, como demuestran diferentes experiencias, invierte la fórmula en “-3 = +1”:” menos peatones, menos ciclistas, menos despacio = más víctimas”.